No es una utopía cambiar el sistema actual, utopía es creer, que este modelo basado en la explotación de los recursos naturales y el crecimiento de la economía continuará indefinidamente, en un planeta finito.
Cooperativa Agropecuaria Biodinámica La Abundancia, 2017
La pandemia por COVID-19, ha sacudido nuestras concepciones de “lo normal”. Sin embargo, esta contingencia develó un sinfín de crisis, que ya han golpeado a la humanidad en distintas latitudes desde hace tiempo. El virus no ha provocado las externalidades del sistema, en realidad ha visibilizado profundos problemas que debemos corregir como sociedad para mirar a nuevos horizontes.
Desigualdades en evidencia
Los modelos de desarrollo no han dado respuesta a los retos de los pueblos y se habla ahora de una crisis civilizatoria. La búsqueda incansable del crecimiento por parte de los Estados-corporaciones, la privatización de lo público y la socialización de los costos privados, están haciendo tocar fondo a las mayorías. Esta últimas ya no se encuentran ni siquiera debajo de la escala social sino fuera, excluidas, de la misma manera que los más poderosos no se encuentran en lo más alto de la pirámide, sino sobre ella y dominando el todo (Touraine, 2005).
A grandes rasgos, las circunstancias actuales han mostrado que:
- Somos una sociedad consumista. No consumimos, somos hiperconsumistas. Con estimaciones de la Global Footprint Network, necesitaríamos 5 planetas enteros si todas las personas viviéramos bajo el mismo perfil de consumo que la población de Estados Unidos. A esto se suma que alrededor del 50% de la emisión mundial de contaminación, se le atribuye al consumo irracional del 10% de la población más rica y con mayores privilegios (Oxfam, 2015).
- Somos una sociedad altamente desigual. De acuerdo con Oxfam (2017, párr. 2) “…la riqueza de los mexicanos más ricos en 2017 fue de 116 mil millones de dólares, esto significa que las 10 personas más ricas de México acumulan la misma riqueza que el 50% más pobre del país”. Durante la cuarentena vemos por un lado, a un sector de la sociedad que puede mantenerse aislado en su hogar, gozando de privilegios como: gimnasio, alberca, casas de campo y playa, personal de servicio permanente y que, en repetidas ocasiones, arremeten contra quienes no atienden el “Quédate en casa”; por otro lado, encontramos personas que, por la naturaleza de sus labores y condiciones de subsistencia, tienen que salir a ganarse el sustento del día, bajo la consigna: “o nos morimos del coronavirus o nos morimos de hambre, habrá que elegir una”.
- Nuestros derechos humanos son mercantilizados a través de la privatización de la seguridad social. De acuerdo con datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (2018) en nuestro país, aproximadamente 71.7 millones de personas, equivalente a 57.3% del total de la población, no tienen acceso a la seguridad social.
- Nuestro trabajo es precario. La Organización Internacional del Trabajo (OIT, 2002) reveló que, del total de población mundial económicamente activa, el 50% (1,600 millones de personas) trabajan en la economía informal, en la que los trabajos generan bajos y efímeros ingresos: lo que se trabaja hoy, se gasta hoy. Respecto al trabajo formal, este no siempre es bien remunerado ni ofrece condiciones adecuadas para el desarrollo humano. En medio de la pandemia, el Instituto Mexicano del Seguro Social registró una pérdida de 346,878 empleos provenientes, en su mayoría, de grandes empresas mexicanas y extranjeras instaladas en el país (Secretaría de Trabajo y Previsión Social, 2020). Mientras que las micro y pequeñas empresas resisten el embate con el total de su plantilla.
- El trabajo doméstico y de cuidados es poco valorado. Ambas actividades fundamentales, recaen en el 76% de las mujeres a escala mundial (OIT, 2018) lo que restringe oportunidades de ingresar al mercado laboral remunerado, además del tiempo para el autocuidado, descanso y ocio, entre otras actividades.
- Hemos normalizado la violencia. De acuerdo con la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos en México, de 2017 a 2020 los feminicidios se incrementaron de 7 al día a 10.5 (Xantomilla, 2020).
Claramente existen problemas transcendentales en el esquema económico y político que vivimos hoy. Frente a las profundas fallas del sistema, indudablemente se exige un movimiento cuyo objetivo sea un cambio de paradigma, un campo de visión más amplio, horizontal y pacífico. Es necesaria una transformación de mentalidades, de reconocer que existimos desde lo colectivo, no desde lo individual.
Pistas para la transformación
Ante los retos que nos presenta el panorama actual, como lo dice Boaventura de Sousa (2018): es momento clave de voltear a ver, admirar y reconocer otras epistemologías, las del sur. Es tiempo de vivir las alternativas, otras formas de cohabitar el planeta y compartirlo. En medio de esta crisis, la gran pregunta es ¿qué podemos hacer desde nuestra trinchera? A manera de aproximación, se enlistan algunas pistas para transitar hacia otras formas de resolver la vida:
- Colectivizar y corresponsabilizar el trabajo doméstico y de cuidados, entre hombres y mujeres.
- Desnaturalizar las relaciones de opresión y violencia, especialmente entre los miembros más jóvenes de la familia.
- Producir y consumir lo que realmente se necesita, de una manera sustentable y colectiva.
- Satisfacer las necesidades más allá del mercado, bajo métodos de la economía solidaria: trueque, tequio, bancos de tiempo y circulación de monedas locales.
- Evitar contribuir la permanencia de los monopolios, especialmente de venta al detalle, convirtiéndonos en consumidoras/es responsables e informadas/os.
- Revalorizar el papel de las y los campesinos, sus saberes, técnicas, y promover la protección y rescate de especies nativas.
- Contribuir a alcanzar la soberanía alimentaria, promoviendo el consumo de alimentos saludables y la producción alimentaria agroecológica, e incluso iniciar con el cultivo de nuestros propios alimentos, si las condiciones del hogar lo permiten.
- Articular circuitos económicos solidarios que nos permitan sostenernos en conjunto; las iniciativas pequeñas y aisladas tienen menor posibilidad de sobrevivir.
- Fomentar el consumo y comercio local, a través de iniciativas como Kilómetro Cero, que consiste en adquirir y fomentar la compra y producción de productos locales, cuyo origen sea inferior a 100km del punto de distribución.
- Evitar la cultura del desperdicio y la generación de residuos, a través de estrategias como basura cero y economía circular.
- Cambiar los servicios financieros de la banca tradicional a los de la banca ética y social: Cooperativas de Ahorro y Crédito, desde luego reguladas por la Comisión Bancaria y de Valores.
- Mapear iniciativas locales y apoyarlas con trabajo y/o donativos.
- Apoyar y difundir experiencias colectivas, radios comunitarias y medios de comunicación independientes.
- Utilizar el software libre y telefonía comunitaria, como en la sierra de Oaxaca con el proyecto de Telecomunicaciones Indígenas Comunitarias A.C. (Martínez y Barroso, 2019).
- Tener una ciudadanía participativa, muy activa. Que incida en las políticas públicas de nuestras ciudades y comunidades para exigir transparencia y rendición de cuentas a los gobiernos.
- Liderar la organización de una iniciativa para colectivizar el consumo, el cuidado, la educación, la vivienda y la salud.
Apostemos por el bienestar
Debemos repensar y redefinir el objetivo de la generación de riqueza a través de las empresas, ya que la organización y el dinero son medios, no fines. Una vía para lograrlo, son las cooperativas, unidades de trabajo colectivo que privilegian a las personas frente al capital y se rigen a través de principios y valores como: solidaridad, ayuda mutua, equidad, democracia, intercooperación, entre otros.
Se ha demostrado que las cooperativas son resistentes a las crisis, debido principalmente a su alto enfoque en las personas y en el medio ambiente. Además, son potenciadoras de procesos participativos y horizontales, tan necesarios en estos momentos. Bajo la filosofía del bien común, son la innovación social más potente de los dos últimos siglos. Por ejemplo, en pueblos originarios de México, el cooperativismo ha sido una práctica común en su historia, por medio de la organización democrática se producen alimentos, se designan roles políticos y se conforma una cultura colectiva que, en momentos de tensión social, les ha permitido resistir ataques frente a la continua colonización.
Ante el escenario que presenciamos en la actualidad, emergen nuevos esfuerzos por redirigir la economía y trabajar en favor de crear condiciones más justas para todas las personas. Ya expresaba en 2016, en la Tercera Cumbre de Cooperativas celebrada en Quebec, Canadá, el economista y Premio Nobel, Joseph Stiglitz, que las cooperativas jugarían un papel muy importante en la próxima década, como la única alternativa al modelo económico fundado en el egoísmo y el individualismo que fomenta las desigualdades.
La forma más democrática de revitalizarnos socialmente es involucrando a más personas para fortalecer la organización cooperativa, como lo ha hecho ECOOS-Escuela de Economía Social, una cooperativa de educación y formación para el buen vivir que lucha por la autogestión, la autonomía y la democratización del conocimiento desde hace cuatro años, en las regiones oaxaqueñas del Istmo, Mixteca y Valles Centrales.
Los cofundadores de ECOOS participaron entre 2011 y 2016 como voluntarios en una organización estudiantil dedicada al rescate de experiencias y procesos de aprendizaje comunitario y universitario, que los impulsó a construir una propuesta colectiva para contribuir a un mundo justo, apostando por una economía realmente social y solidaria.
Por medio del acompañamiento y asesoría apoyan a empresas, organizaciones, colectivos y proyectos en su camino hacia la revitalización económica y organización cooperativa. Ofrecen servicios de incubación, profesionalización, consultoría, capacitación y compartencia de herramientas y saberes. Su misión es combatir las desigualdades humanas -anteriores y producto de la pandemia- a través del impulso de iniciativas de economía solidaria.
Bajo la filosofía: «esencia de ser uno del otro, y de pertenecer a una colectividad infinita, que tiene que ver no con sistemas, sino con sociedades en permanente transformación» (Romero, 2010, párr.9) los profesionales asociados a esta cooperativa trabajan con perspectiva de género, interculturalidad, sustentabilidad, inclusión de jóvenes y protección de los derechos humanos.
Con su programa JuventudESS Cooperativistas, fortalecen las capacidades y habilidades de jóvenes, para el diseño y la implementación de proyectos de economía social-solidaria en sus comunidades. Mujeres LíderESS, es el programa que promueve el liderazgo y autonomía de mujeres a través del impulso de su emprendimiento, entre las organizaciones que acompañan se encuentran Mujeres A.V.E. de Sikanda A.C. y Gueniza de Lu’um A.C.
A partir de la pandemia por COVID-19, ECOOS buscó adaptarse a los medios digitales, aunque le representó grandes retos. Hasta el distanciamiento social, su trabajo era totalmente presencial debido a que el segmento de la población a la que dirigen sus iniciativas, no cuenta con acceso Internet, y pocos tienen teléfono con los requerimientos técnicos básicos para realizar videoconferencias. Con la creatividad que les caracteriza, pusieron en marcha estrategias como el microlearnig, una manera diferente de aprender a distancia, que consiste en fragmentar los contenidos didácticos para adquirir determinadas competencias.
A través de esta metodología de enseñanza-aprendizaje, la organización comparte con sus beneficiarios pequeñas cápsulas de información o vídeos cortos, a los que pueden acceder en cualquier momento. De esta forma han conseguido cubrir las necesidades de aprendizaje, a pesar de las limitantes del distanciamiento por la cuarentena, especialmente, porque los contenidos se pueden visualizar en múltiples dispositivos como móviles, tabletas y computadoras personales. Para aquellos que no cuentan con estos medios, la capacitación se realiza vía telefónica.
A partir de los cambios del entorno, la visión de la Escuela es consolidar un ECOOSistema de intercambio de conocimientos, generación de redes y cooperación entre organizaciones, colectivos y cooperativas, para mejorar en conjunto las condiciones de trabajo y de vida de la colectividad.
Otro ejemplo de su trabajo, se desarrolla en la Ciudad de México, en donde la realidad golpea más fuerte a sus sectores populares y los casos de coronavirus son los más numerosos en el país, pero existen comunidades que hacen frente a la crisis con solidaridad, imaginación y rebeldía, como la Cooperativa Acapatzingo, organización dedicada a garantizar vivienda digna para sus integrantes en la Ciudad de México, plantea enfrentar de manera conjunta y organizada la adversidad.
Durante la cuarentena pusieron en marcha un comedor comunitario, mientras que las comisiones de la cooperativa de vivienda, realizaron acciones de protección y apoyo en las unidades habitacionales que forman parte de la organización: La comisión especial de salud se dedica a dar información sobre la pandemia, organiza talleres para la producción de cubre bocas y gel antibacterial para las personas que se quedaron sin empleo e instalaron tarjas en las entradas de las comunidades para lavarse las manos.
La comisión de vigilancia, en un espacio autogestionado coordina acciones que garanticen la seguridad, con la participación de los habitantes. La comisión de cultura da talleres de lectura y cineclub; la de deportes promueve activaciones físicas. En conjunto, las comisiones dan seguimiento a la población de mayor edad que tiene enfermedades crónicas y se le apoya para realizar sus compras.
En conclusión, ¡no podemos volver a la normalidad, porque la normalidad era el problema! Necesitamos otra mentalidad para reconocer que tenemos que cooperar y solidarizarnos entre todas las personas, sólo esto permitirá vernos con otra mirada.
¿Las cooperativas son una alternativa económica y social frente a la hegemonía capitalista? La respuesta es sí, porque el trabajo nos iguala como personas, las cooperativas democratizan el poder, promueven la autogestión; no hay una apropiación del plusvalor por parte de un tercero porque la riqueza se produce y se distribuye entre las personas socias; los medios de producción son de propiedad colectiva, en la asamblea se tiene voz y voto, se prioriza el trabajo digno y decente, hay un interés genuino hacia la comunidad y se actúa de manera glocal (pensar global, actuar local) con soluciones creativas e innovadoras.
Sin duda, aún hay formas para empezar a cambiar, entonces, emprendamos nuevos proyectos a través de la acción colectiva, incluyente y humana, que sea tan apasionante que nadie quiera quedarse fuera y tan ambiciosas que a nadie se le ocurra hacerlo en solitario. ¡Otra economía es posible, la estamos creando!
Referencias
Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social. (2018). Informe de evaluación de la política del desarrollo social 2018. Recuperado de <https://www.coneval.org.mx/Evaluacion/IEPSM/IEPSM/Documents/RESUMEN_EJECUTIVO_IEPDS2018.pdf>
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Martínez, S. y Barroso, L. (2019). Telecomunicaciones Indígenas Comunitarias AC: Enlaza la vida y afianza los derechos. Emprendedores. Al servicio de la pequeña y mediana empresa. 180, noviembre-diciembre. Recuperado de http://emprendedores.unam.mx/contenido.php?id_revista=42
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Por: L.C.E Misheyla Ruiz